L060 LA SERIEDAD DEL MILITAR FAP

 Berthing León Villanueva, Miami, USA, 18 diciembre 2017

 


Primera foto con Uniforme Social

Cuando una persona tiene carácter y cara seria (severo en el semblante, en el modo de mirar, adusto, circunspecto, reservado, seco, sobrio), la gente suele decir que “parece un militar”. Respecto a esta expresión debo puntualizar que pudiera tratarse de solamente el aspecto perceptible o externo del sujeto y que no necesariamente es porque su carácter auténtico así lo sea, o tal vez, que pudiera ser el resultado del entrenamiento y aprendizaje recibido para exteriorizar esa apariencia necesaria a las exigencias del uniforme, yyyy…  ¿esa severidad cómo se logra? o ¿la seriedad de los militares es solamente un mito? Ustedes sacarán su propia cuenta o, mejor dicho: cada uno sacará su propia conclusión y hará su reflexión. Yo por mi parte les diré mi verdad (como en todas las anécdotas noveladas que narro) y si me la creen, pues está bien y si no la creen estaría mejor, pero de todas formas se la dejo allí para su consumo.

Era Berthing un muchachito de 16 años, feliz, alegre, risueño, bromista, buena gente, sin mala intención, no diré ingenuo porque era vivo, más que vivo, vivísimo, avispado, un lince y era también inteligente, que recién terminada la secundaria decidió alzar vuelo, aún sin saber volar, pero tenía la necesidad y disposición de dejar el nido. Necesidad de demostrarse a sí mismo de qué materia y espíritu estaba hecho por cuanto era el pichón más grande (el mayor) en el nido de los León-Villanueva (apellidos de su padre y de su madre) y tenía la disposición porque quería ser el primero de los nietos en intentar volar lejos; partiendo o despegando desde los árboles frondosos de los León y de los Villanueva que siempre lo habían cobijado y protegido.

Buscó en su mapa imaginario e interior sobre los destinos que pudieran aportarle para estudiar y forjarse una carrera profesional de tercer nivel, que implicara retos y a la vez que fuera lograble. Ubicó en Lima dos ramas factibles para proporcionarle temporalmente un lugar para vivir y además apoyo material y espiritual. No tuvo necesidad de mucho porque tenía a su tío Antonio y su tía Olga, hermanos de su madre, que, como todos los Villanueva, eran, y son, buena gente, cariñosos, amables, serviciales, solidarios y empáticos. Revisó los recursos que debía y podría llevar, fijó la fecha y decidió partir en silencio y sin despedirse.

Se lanzaría al vacío para aprender a volar y ya vería cómo hacer para controlar las brisas, mantenerse en el espacio y evitar las caídas; y si estas ocurrieran, impedir que fueran traumáticas o que los golpes que con seguridad recibiría, no le dejaran ninguna herida y consecuente cicatriz, por que al momento de partir, su madre le advirtió: 

- Te vas de casa sin ninguna cicatriz. Que Dios así te conserve siempre. 

Saltó al aire, confiando en sus habilidades innatas, en lo aprendido de sus padres, tíos y abuelos, así como en la escuela y el colegio de los Hermanos de La Salle, que le permitieran en primer lugar, mantenerse por lo menos en el mismo nivel del nido del que estaba despegando y en segundo lugar, aprovechar las corrientes y vientos para subir, siempre subir.

A VOLAR SE HA DICHO y cuando se percató, ya había aterrizado dentro de un nido grande, grandote. Había llegado al nido de LOS PÁJAROS GUERREROS DE LA FAP.  Sorprendido aún, se vio en la última formación que tendría con ropa civil, aquella que ese día, según se lo advirtieron, debía de ser sencilla y cómoda para dejar en una bolsa; por tanto, vistió unos blue jeans y una camisita blanca manga corta.

 


Berthing se vio en la formación de la ceremonia de recepción y escuchando las palabras de bienvenida de las autoridades de una escuela militar.  Cuando terminó el protocolo de recepción lo incorporaron a una cola con destino a la peluquería, donde esos jóvenes entraban con cabello medianamente largo, su pelo engreído y bien cuidado, con su corte fino y bonito, para minutos después, uno a uno, salían todos con “corte militar”. (los que provenían de otros institutos militares ya traían su coco medio pelao). El corte de cabello  lo hacían los peluqueros tan rápido, que podría haberlos “peluqueado” de pie y en la formación. El peluquero demoraba menos tiempo del que duraría un caramelo abandonado en la puerta de un colegio.


Cocopelao

Ya sin cabello, fueron conducidos formaditos en columna hacia el Aula D del Departamento Militar para recibir su dotación personal de útiles y enseres que comprendía desde el cepillo de dientes hasta la cristina del uniforme de faena. Con la bolsa de lona azul que les proporcionaron, los condujeron a lo que en lo adelante sería su cuadra (dormitorio) y se vio así mismo despojándose de su ropa sencilla y cómoda de adolescente civil para meterse entonces en un uniforme militar donde todos visten, lucen y hacen todo de una sola forma, desde el modo y color de la ropa hasta la forma de pasar los cordones por los huecos de  los zapatos y pasar la correa a través de las trabillas del pantalón (en el sentido de las agujas del reloj).

 


El uniforme seduce: ¿qué niño no sueña con ser militar?

“Bueno y aceptable” todo esto, pero el muchachito alegre que era Berthing ya estaba metido dentro del serio uniforme militar.  Ahora el jovencito, paso de estar sorprendido a asustado y expectante, porque nadie sabe ni se imagina lo que vendrá después. El hecho es que EL ADOLESCENTE CIVIL QUE ESTABA METIDO DENTRO DEL UNIFORME MILITAR podría verse y lucir como militar pero dentro de su ser (su yo con yo), aún era un adolescente civil POR LA GRACIA DE DIOS.

   


Asustadito en la primera foto con el Uniforme # 4

Después del protocolo de bienvenida por parte de las autoridades de la Escuela quedaron en formación las Secciones que conformaban la Compañía de “los nuevos”, que los antiguos (y todos) denominaron “los perros”.

Por las cuadras de “los Perros” fueron apareciendo y rondando algunos antiguos, entre ellos los que fueron designados Monitores, que para tratar de impresionar a los nuevos adoptaban actitudes de bravucones, de matones, de “duros”, de “cancheros”, pero no pasaban de ser unos patanes.

Transcurridos los tres días de “El bautizo de bienvenida” de los nuevos, como dos semanas después, un día a eso de las 10 de la mañana, en la explanada posterior de la Escuela, los “perros” estaban haciendo ejercicios de “Orden Cerrado” a pie firme, para coordinar y precisar los movimientos, cuando hizo acto de presencia el Cholo de La Cruz (uno de los cinco instructores militares) y se acercó a la sección de Bert. Llevaba en la mano derecha una piedra redondita, del tamaño de una bola de pimpón. Se ubicó frente a la formación y dijo: 

- Sección, a mi mando, “desssscanso”. 

De acuerdo con los protocoles militares, con esta expresión tomó el comando de esa unidad estructural y comenzó a explicar: 

- Los militares no pueden tener cara sonriente ni deben estar sonrientes, los militares siempre están serios, por tanto, ustedes deben tener la cara seria.  Tienen que aprender a tener cara de chucha porque ella jamás se ríe. 

- Un militar se ríe cuando las circunstancias le exigen que tenga que reír, aunque no tenga ganas.  Igual, un militar debe estar con la cara seria, aunque por dentro se esté muriendo de risa. 

- Esto se aprende, uno puede formar su carácter si se lo propone, y ustedes se lo van a proponer y lo van a lograr.

Agarró la piedra y sopesándola en su mano dijo: 

- Voy a lanzar esta piedra hacia arriba, de forma vertical y mientras esté en el aire, ustedes reirán a carcajadas, de forma natural, lo más natural que puedan, pero sin exageración, sin que se note fingimiento.

- Cuando la piedra caiga al suelo, se acabarán las carcajadas y ustedes se pondrán serios automáticamente. Si alguno no cumple con estas instrucciones, “le sale castigo” hasta que lo logre.

Yyy.. comenzó “el ejercicio de la seriedad”, en serio (SIC). La primera parte a Bert le salía de maravilla, es decir, la parte de la risa. Porque su risa era clara, diáfana, NATURAL. Peeeeero, la segunda parte, la de la seriedad, para él era difícil, allí estaba el problema.  Bert no podía ponerse serio.

Ese ejercicio, de por sí le daba risa. Era gracioso. Pero cuando la piedra tocaba el piso, Bert seguía por lo menos sonriendo. NO PODÍA PONERSE SERIO, y se ganó unos cuantos castigos físicos, (planchas, ranas, sentadillas, etc.) y hasta pensó que podría fracasar en su propósito de permanecer en la institución.

Lo que lo puso serio de verdad-verdad, fue pensar en su madre. Y se dijo así mismo:

- Qué le voy a decir a mi mamá? ¿Que no me pude poner serio? ESO ME DARÍA VERGÜENZA. 

Así que tuvo que esforzarse grandemente para lograrlo, es decir, poner la cara de serio, aunque estuviera muerto de la risa por dentro.


Con el tiempo, y por la fuerza de la costumbre, la sonrisa fue desapareciendo paulatinamente del rostro de Berthing, en contra de sus deseos. Pero permaneció 12 años en la FAP, que no son poca cosa, y lo marcó. Cuando pasó a la honrosa situación militar de Retiro, su rostro, era serio, no tanto como  pretendía el cholo De La Cruz, pero tampoco era tan sonriente como era el rostro del muchachito que a sus 16 años entró a la FAP. 

  

  BERTHING VOLVIÓ A SONRER Y REÍR, hasta cuando está solo, y como el refrán dice que “el que se ríe solo, de sus maldades se acuerda”, pudieras pensar que así es, pero no, Bert NO TIENE MALDADES OCULTAS, NI PÚBLICAS; y aunque no cumple años el primero de noviembre DÍA DE TODOS LOS SANTOS, él se festeja porque se considera uno de ellos. Ese día cuando se despierta, lo primero que ve es su sonrisa en el espejo.                  

 


         





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