186 Acampar en Playa Los Hicacos
186 ACAMPAR EN PLAYA LOS HICACOS
Escrito
por Berthing León, Lechería, Venezuela, 18.08.2019
Playa Los Hicacos era el nombre del Club de los
Profesores de la UDO, ubicado en la vía Guanta-Cumaná, entre los estados
Anzoátegui y Sucre, enclavado en un pequeño valle rodeado de montañas cubiertas
de vegetación. Los Hicacos era una propiedad de la Asociación de Profesores de
la Universidad de Oriente al cual se accedía por lancha o por el portón de
entrada del club. Era de una belleza única desde todo punto de vista; con un
mar azulito, sin oleaje, calmo y limpio, su playa tenía arena granulada y de
color rojizo, con vegetación abundante y muy bien cuidada, con muchos frutales
de hicacos, jobos y mangos; tenía un
chorro de agua dulce, fresca y cristalina proveniente de un manantial de las
montañas aledañas que caía sobre la arena a 6 metros de la orilla; también tenía
construidos unos bungalows para alojamiento de los socios, un restaurante muy
bien dotado y gran cantidad de quioscos con piso encementado que distaban a
escasos 5 metros del agua, techados y con instalaciones eléctricas de alumbrado
y enchufes para instalar equipos de video y sonido; cada uno de los quioscos
estaba dotado de parrillera, mesas y sillas, su estructura era de madera
natural, con columnas y travesaños fuertes, aptos para que se pudiera colgar
las hamacas y los chinchorros.
Mi hijo Jr,
que tenía para ese entonces 11 años, y yo comentábamos un día en que
retornábamos de la Playa de Santa Cruz, que merecía la pena organizar una
excursión de por lo menos 3 días a la Playa Los Hicacos, para hacer una fogata y que incluyera la
práctica de natación, buceo, pesca, caza submarina, futbol, freesby y raqueta
playera.
Como profesional especialista en organización y
padre de ese mi retoño, debía enseñarle que en la vida todo debe comenzar con
la planificación. Que es la etapa más importante de un proyecto, porque con
antelación se debe plantear las respuestas al qué, cómo, cuándo, dónde, quién,
con qué; y en consecuencia el día sábado de la semana anterior a la excursión,
a las 9 de la mañana nos ubicamos delante de un pizarrón de acrílico en el
patio de la casa, con marcadores (plumones) en mano y con un cuaderno para ir anotando
los resultados de este ejercicio aplicado y vivencial de la Fase de
Planificación que es parte del Proceso Administrativo.
Comenzamos por preguntarnos qué queríamos hacer
y con qué propósito y esto nos llevó a dar respuesta y nombre al proyecto; corto,
claro, conciso y con seso: ACAMPAR EN LOS HICACOS DESDE EL VIERNES HASTA EL
DOMINGO para tener contacto con la naturaleza, aprender a cocinar con los
elementos básicos, dormir a la intemperie, estar cerquitica del mar, oír el
silencio y los sonidos de la naturaleza.
Eran TRES DÍAS a primera vista, pero tales no
eran así, porque iniciaríamos la partida desde casa a las 4 de la tarde del
viernes, y permaneceríamos hasta las 3 de la tarde del domingo; en realidad
eran: 2 noches, 2 cenas, 2 desayunos, 2 almuerzos. (Debíamos cenar viernes y sábado;
desayunar y almorzar sábado y domingo).
Teníamos 2 sleeping bag (que queríamos
probarlos en caliente), 2 hamacas; teníamos que pensar además ¿qué ropa
llevaríamos? ¿y para abrigarnos? llevaríamos repelente de insectos (porsia),
lámpara de querosén y linterna de pilas por si fallaba la primera, 2 saquitos
de carbón, 1 atado de leña de guatacaro, querosén para iniciar la candela, FÓSFOROS
o encendedor (esto era muy importante). También llevaríamos ventilador, radio,
televisor, cocinilla eléctrica; todos estos últimos los tendríamos “de reserva”
en el carro.
¿Qué comeríamos la primera noche?: La respuesta
era “una comida sencilla, de fácil preparación y sabrosa”, ¿cuál podría ser?: FACIL,
como a Jr le gustaban y le gustan las sardinas en cualquiera de sus
presentaciones, dije yo “espaguetis con sardina picante enlatada”. “YA ESTÁ,
LISTO” como dice uno de mis hermanos, TODOS DE ACUERDO (él y yo). Para
prepararla necesitaríamos una olla de 3 litros con su tapa (nos serviría de
colador para la pasta), 1 sartén, 1 tabla de picar, 1 cuchillo de cocina, 1
cuchara de cocinar, 1 cebolla, 1 pimentón, 1 tomate, 1 poquito de aceite, sal, ½
kilo de tallarines, 1 lata de sardinas picantes de 440 gramos , 1 esponja y una
botellita con lavaplatos. LISTO.
EN ESTO ÍBAMOS cuando llegaron los amigos de
siempre, él y ella, o mejor dicho ELLA y él. Saludaron a la doña y después “se
empujaron” hasta el fondo del patio, donde estaba ubicado nuestro pizarrón, con
nosotros “viéndolo”.
- ¿QUÉ
HACEN? Preguntó (quién creen?). Me vi en la necesidad de contestar.
- PLANIFICANDO
UNA EXCURSIÓN PARA MACHOS EL PRÓXIMO FIN DE SEMANA para ir el viernes y
regresar el domingo.
- YY….
NO PUEDEN LLEVAR A MIS 2 HIJOS? (el mayor 11 años y el menor 10)
- Si.
Cómo no, claro que sí.
- Me
dicen con qué debemos colaborar.
- No
se preocupen que eso va por cuenta de la casa.
Y así seguimos esa mañana del sábado, Berthing
Jr y yo, preguntándonos y dando respuestas hasta en los más mínimos detalles sobre
TODAS nuestras necesidades del siguiente fin de semana, para minimizar y evitar
los imprevistos. El resto de la semana “nos entretuvimos” acopiando, comprando,
acomodando, alistando “todos los aperos” que habíamos anotado en la
planificación y también los que no habíamos anotado porque se nos pasó.
Hasta que llegó el siguiente viernes en la
tarde. Nuestros invitados llegaron muy puntuales a las 3, traían lo que les
habíamos indicado acerca de su ropa, implementos y juegos. Cargamos sus cosas
en el maletero (las nuestras ya estaban desde los días previos) y arrancamos
rumbo a la felicidad, riendo y cantando. Llegamos al portón de Los Hicacos,
tocamos el claxon (pito o corneta), vino el vigilante a identificarnos para
permitirnos el acceso, fuimos a la oficina del Concesionario, nos llevó hasta
el quiosco que previamente habíamos seleccionado; yyyy… procedimos a descargar
y acomodar nuestras cosas. Eran como las 5 de la tarde.
Con la inercia del desembarcar las cosas, me
esmeré en acomodar la leña en el fogón, llenar la olla con el agua del
manantial, cocinar el espagueti y cortar la cebolla, el pimentón y tomate.
Mientras, mis “huéspedes” exploraban los alrededores “descubriendo” cosas que
en las casas de ciudad no se ven o se ven con poca frecuencia.
Cuando se cocinó la pasta, colé con la tapa de
la olla, y “caliente-caliente” agregué la sardina guisada y revolví para
impregnarla en toda la pasta. Al concluir, el chef (yo) se puso las manos en la
boca a manera de corneta y gritó A COMERRRRR. Los chamos acudieron a la carrera,
se lavaron las manos en el chorro del manantial y ayudaron a preparar la mesa;
colocaron los cubiertos, las servilletas y los vasos. Yo procedí a servir y me
senté para compartir la cena. Oramos y “A LA CARGA”.
Pero oh sorpresa. El menor de mis invitados en
cuanto metió su tenedor en la pasta preguntó:
- Qué
es esto tío?
- Pasta
con sardinas, por qué, te gusta?
- Hubiera
preferido carne, porque pasta con sardina le prepara mi papá a los perros.
Eso fue para mí un baldazo de agua fría. Yo que
me había esmerado en atenderlos con mi mejor disposición, nunca esperé recibir
esta desaprobación, sincera y directa porque me lo dijo este niño con toda su
inocencia. Como respuesta le dije ESO ES LO QUE HAY y parodiando a mi abuela La
Melliza Angelita, arequipeña de La Antiquilla, República de Arequipa, les dije:
SI QUERÍS LO COMÍS, SI NO, LO DEJAIS.
Me prometí que nunca más volvería a invitar a
nadie “a ciegas” sin preguntarle previamente sus gustos y preferencias.
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