L116 El loco Chauca y el Albatros
L116 EL LOCO CHAUCA Y EL ALBATROS
Escrito por Berthing León, Lechería, Venezuela, 21.02.2018
En Marzo de 1972, en el Grupo 8 de la Base Aérea de El Callao, uno de los Grumman HU-16B Albatros, bimotor a hélice, versión antisubmarina, de la Fuerza Aérea del Perú salió en misión rutinaria de patrullaje marítimo. Tiempo estimado de vuelo 6 horas; Tripulación completa: Piloto, Copiloto, Ing. De Vuelo, Navegante, Radio Operador, Especialista en Armamento y Guerra Electrónica; Hora de Despegue las 09:00; ETA 15:00, Carga a bordo: Radomo Proel, Detector de Anomalías Magnéticas, Radomo de Contramedidas Electrónicas, Cargas de Profundidad.
“Taxearon” hasta la cabecera de pista y para despegar carretearon casi hasta el final, para recién entonces levantar la nariz de ese lento, pesado pero muy eficiente “fierro” de la FAP que se utilizaba para el patrullaje de superficie y para la detección de submarinos que pudieran estar dentro de nuestras históricas 200 Millas de Mar Territorial.
Como componentes de esa tripulación destacaban, por lo jodedores que eran, el Loco Chauca y el Pirigallero Pedro Rojas. Estos personajes se metían con todo el mundo. Siempre alegres, retozones, ágiles y buena vibra.
Cuando el avión había realizado más de la mitad del patrón de vuelo planificado, se encontraba mar adentro y lejos de tierra firme, el motor N° 1 “comenzó a toser” intermitentemente. Todos se pusieron más que alertas, pues a pesar de ser este un avión anfibio, uno nunca tenía la certeza del comportamiento de la estructura, y de todos los sistemas, ante un mar picado como era en esos momentos el mar que tenían al alcance de la vista.
Como elementos a su favor tenían que: 1) no llevaban ningún pasajero a bordo (estaba diseñado para albergar hasta 10), 2) no llevaban materiales (habían utilizado y desechado según lo planificado) y 3) una parte de combustible había sido ya consumida. Por lo tanto, podría decirse que venían “livianitos”, pero eso no restaba el temor natural de tener que amarizar de emergencia. Ante tal circunstancia decidieron volver a su base de operaciones.
Bajaron el avión hasta una altura de 200 pies y cada uno, en un silencio sepulcral se enfrascó en sus pensamientos. Menos mal y gracias a Dios “los estornudos” del motor no se repitieron y el sonido se hizo “parejiiiiito”, sin que ello dejara de constituir el cese de alerta para toda la tripulación.
Pero entonces Chauca comenzó con sus locuras con el siguiente monólogo:
- Menos mal que yo no soy casado y no voy a dejar viuda. Allá los que van a dejar mujer joven. Pero no se preocupen por ella por que no va a quedar abandonada económicamente, recibirá unos cuantos reales; va a cobrar el seguro de vida.
- Yo no tengo vivo a mi papá, a mi me van a llorar mi mamá y mi única hermana. A ustedes los llorarán sus padres, hermanos, su mujercita y sus hijitos.
- Pero para el consuelo de ustedes, Como sus mujeres son bonitas, segurito que antes de un año van a estar casadas, así sus hijos tendrán la presencia de un hombre en la casa para decirle papá.
Y así siguió el monólogo jodedor de Chauca. Los demás lo miraban aterrados, mudos, pálidos. Pero aquí no paró la cosa, se acomodó cuidadosamente su “cristina”, buscó con la mirada un cojín de asiento, lo colocó sobre sus antebrazos estirados al frente y encima del cojín acomodó la cristina del Pirigallero Rojas que estaba colgada en un estante; caminó hasta la cola del fuselaje, dio vuelta en 180° y se colocó en posición de “Firmes”, Inclinó el cuerpo hacia adelante para iniciar la marcha con el pie izquierdo, a la vez que comenzó a tararear “La Marcha de Morán” que es la música fúnebre con que se acompaña el féretro de quien van a enterrar, todo esto mientras Chauca avanzaba marchando por el medio del fuselaje hacia la cabina de mando.
Caminó hasta la cola del fuselaje, dio la vuelta en 180° y se colocó en posición de “Firmes”, Inclinó el cuerpo hacia adelante e inició la marcha con el pie izquierdo a la vez que comenzó a tararear “La Marcha de Morán” que es la música fúnebre con que se acompaña el féretro de alguien a quien van a enterrar, todo esto mientras Chauca avanzaba marchando por el medio del fuselaje hacia la cabina de mando.
Cuando el Negro Rojas se percató que la gorra con que estaba marchando Chauca era la suya, se vio retratado en esa puesta en escena con música de fondo de Morán y no se pudo aguantar más; le brincó encima para pegarle unos golpes (si es que el Loco Chauca se hubiera dejado) pero como también estaban atentos el Navegante y el Radio Operador, se interpusieron justo a tiempo para evitarlo y conciliar los ánimos.
Como se intuye, el desenlace no pasó de un gran susto y consecuentemente, de constituirse en un hecho anecdótico para sonreír y recordar a esos dos buenos y divertidos compañeros de la FAP.
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