202 Ejecutivos Náufragos # 2


202 EJECUTIVOS NÁUFRAGOS # 2
Escrito por Berthing León, Lechería, Venezuela, 17.01.2018
Al momento de iniciar el retorno desde el pueblo de Mochima hasta la Dársena de Pertigalete Bert le dice a su Jefe de Máquinas (Cheché):
-     Debemos recargar gasolina, porque a pesar de que el indicador está marcando más de la mitad, yo creo que el tanque tiene menos que eso” y agregó que “por el tiempo y la distancia que hemos navegado deberíamos tener como un cuarto de tanque y no más de la mitad como dice el instrumento.
La dificultad para recargar el tanque estribaba en que en ese pueblo no había una bomba (estación para recargar combustible) en el muelle para abastecer las embarcaciones marinas como si la había en La Baritina, así es que debían conseguir un depósito para ir caminando hasta la estación de gasolina y por supuesto, hacerlo en varios viajes; Cheché dijo entonces:
-     Este motor tiene 4 cilindros, ¿de cuántas pulgadas cúbicas es cada cilindro? Cuánto tiempo tenemos navegando? A ver, déjame calcular, …… AHORA ES QUE TENEMOS GASOLINA PARA RATO, te lo digo yo que soy Ingeniero Mecánico. Así es que ¡Vamos a darle!
Bert optó por lo más fácil, es decir, quedarse quieto, sin pensar para nada que la flojera es mala consejera, arrancaron el viaje de vuelta. Salieron de la bahía de Mochima, navegaron la parte más movida del mar frente a Las Islas Caracas, hasta que chequearon visualmente Punta Gorda, de allí en lo adelante y hasta “la base de operaciones en Pertigalete” venía la parte de mar calmo, en vista de lo cual el copiloto y a su vez Jefe de Máquinas le dice a Bert que quiere conducir a Valentina, a Bert le pareció bien y cambiaron de posición, Cheché al volante y Bert a conversar y echar broma con “el pasaje”.

Mapa de la ruta seguida por lancha Valentina
Como a los 5 minutos se escucha un COF…. COF del motor, “tosió” y se calmó, Bert quedó “suspendido en el aire”, con las orejas paradas y asustado como si fuera “un perro en bote”. Escuchando atentamente, pero nada, el motor siguió y al minuto siguiente otra vez la tos, esta vez, más prolongada hasta que con el último COF COF el motor se detuvo. Bert se puso las manos en la cabeza y cerró los ojos. Era evidente que la lancha no tenía gasolina.
Al comienzo todo se tomó a broma, eran las 5 de la tarde, el sol aún estaba alto en el horizonte, y el mar estaba en completa calma, la temperatura era agradable, la visibilidad hacia el flanco derecho era infinita, y veían peñeros, lanchas y veleros que como ellos “se estaban recogiendo” a sus casas después de un día de mar; veían también manadas de delfines retozando alegremente a una distancia no mayor a 30 metros de la lancha; debemos puntualizar que el avistamiento de los delfines es algo cotidiano y a toda hora es esa parte del mar.
En el flanco izquierdo y a una distancia como de 3 millas se veía la costa y las montañas con un verde muy intenso por ser época de lluvias, se veía también unas casitas diminutas en la playa. Pero ellos estaban varados allí, sin motor y a la deriva.
Mientras Bert y Cheché se dedicaban a revisar la máquina para ver si había una causa distinta a la falta de gasolina, las muchachas comenzaron a bromear y agitando las manos a manera de saludo gritaban:
-      Fliiiiipper, Hello, come here, Hello Flipper. 

Después el mensaje fue:
-       Help Flipper. S.O.S. Flipper

Y así, siguieron pasando los minutos, pero nada de solución.
A eso de las 5:30 la situación ya se estaba poniendo seria y cuando avistaban otra embarcación, todos levantaban los brazos tratando de llamar la atención y ¿los vieron?, claro que sí y hasta les respondieron, bueno, respondieron lo que creyeron que era “un saludo”, porque levantaban también sus manos en la clásica señal de “Hola o adiós” y siguieron su rumbo. Y los de la Valentina, en el mismo lugar, sin moverse. Y el sol comenzó a ocultarse, y se ocultaba lenta pero inexorablemente, hasta que “se hundió” en el mar para dar paso a la penumbra y la oscuridad.
Al quedar a oscuras el ánimo de todos cambió. Sin saber qué hacer, cada quien quedó a solas con sus pensamientos, un silencio sepulcral inundó la lancha, hasta que la brisa comenzó a batir las aguas y a hacer olas. 
El agua comenzó a inundar la lancha por la popa que por ser la parte más pesada porque contiene el motor, el tanque, la pata y la hélice, era también la parte más cercana al agua. Bert activó la bomba de achique y ordenó a las mujeres que se trasladaran hacia la proa para nivelar la lancha
 Y entonces las muchachas comenzaron a llorar. Al principio lo que se escuchaba eran gemidos tenues, pero poco a poco el volumen aumentó y minutos después eso era un solo “llantén a moco tendido” es decir (lo voy a explicar en cristiano), llanto-llanto pero sin pañuelo porque esa prenda no la llevaba nadie.
Y de vuelta al problema, más bien a la angustia. Bert se dijo para sí mismo: “no puedo dejarme vencer sin hacer nada” TENEMOS QUE REMAR, siiiiiiii, pero ¿Dónde están los remos? Mierrrrr.., los dejamos en el depósito. A ver, qué es lo más parecido a un remo? NADA, ¿y la escalera de aluminio? No creo que sirva, pero “tocar la puerta no es entrar”, lo intentaré, y agarró la escalera de apenas 1.2 mts y de 4 peldaños para intentar lo imposible, remar con una escalera, y claro lo imposible resultó imposible, no se pudo. Y esas mujeres gimiendo y llorando
Y llegaron las 8 de la noche, ya no se veía ninguna luz, no sabían si se movían o no “porque no se veía”, pero comenzaron a ver una mancha protuberante y grande que se acercaba, o mejor dicho, se fueron acercando a un “bulto grande en la superficie” y se acercaban más y más, hasta que comenzaron a pasarle por el lado derecho. Bert creyó reconocer a esa protuberancia como la Isla Arapo y estaba en ese momento como a 300 metros (Bueno, calcular en esa oscuridad es temerario) y la seguían sobrepasando y Bert le dijo a Cheché:
-     Tengo la fortaleza suficiente para lanzarme al mar y nadar con las chapaletas; ataré la soga a mi cintura y a la proa de la lancha, me alejaré a 10 metros y halaré la lancha usando las chapaletas como resistencia; así poco a poco los acercaré a esa isla porque de lo contrario la corriente nos llevará mar adentro y ya se ha perdido mucha gente que nunca la han encontrado.
-     Compadre, eso es peligroso porque te puedes ahogar
-     Me colocaré un chaleco salvavidas.
Quedaron en silencio y Bert comenzó por quitarle la soga al ancla para poder utilizarla en este intento; amarró un extremo a la cornamusa de la proa y regresó a la popa para colocarse el chaleco y las chapaletas. Pidió a Cheché que le ayudara a amarrarse la cuerda a la cintura porque el chaleco le obstaculizaba. Cheché lo amarró, revisó las amarras y dijo que todo estaba OK, pero cuando Bert se iba a lanzar al agua, Cheché le brincó encima, lo abrazó y le dijo:
-     No mi compadre, si a usted le pasa algo y se desaparece, qué me hago yo con estas tres mujeres?.
Y Cheché abrazó y permaneció agarrado a su compadre como si fuera una garrapata, hasta que Bert desistió de su intención. Y seguían las muchachas hipeando y moqueando.
Y la isla comenzó a alejarse, mejor dicho, la lancha con sus ocupantes se alejaban cada vez más de la supuesta Isla Arapo.  Bert terminó por quitarse el atuendo. Pero Bert quedó confundido y hasta divertido por la preocupación de Cheché manifestada en la pregunta más reciente; y él también se preguntaba “pero cómo es eso? Y se respondía: si las mantiene vivas se las puede ir comiendo una a una. Tiene carne para, déjame ver, va a tener carne hasta que se aburra. Jajaja.
Bert se quitó su atuendo y escuchaba el argumento de Cheché que decía:
-     Hace unos meses salieron dos médicos cumaneses a pescar en un peñerito de madera que alquilaron a un pescador y se quedaron varados porque el Yamaha del botecito se les echó a perder, así es que buscaron con qué remar, rebuscaron en el bote y “cosa rara” no habían remos (casi nunca los tienen), lo que consiguieron fue un casco de seguridad y un tobito o perolito para achicar el agua, así es que les echaron mano y con eso remaron hasta llegar a la costa.
Bert bautizó a este relato como La Teoría del Tobito y para emular a los citados Médicos comenzaron a buscar algo que se pareciera a eso en la lancha.
Muchas veces, entre circunstancias que pudieran calificarse a simple vista como “similares”, realmente hay un mar de diferencias, dado que Valentina era una lancha deportiva tenía un diseño completamente distinto a un peñero de madera porque en primer lugar, el peñerito no tenía ninguna bomba de achique y por lo tanto llevaba un potecito o tobito vacío, pero en el caso de la Valentina que estaba dotada de una bomba eléctrica: ¿Dónde hay una perolita, un potecito o un tobito? NO HAY, ¿Dónde hay un casco de seguridad? NO HAY, ¿qué es lo que más se les puede parecer a estos objetos? Pues, déjame ver, ¡Eureka!: El tobo donde llevamos las cabuyas y el ancla; pero si hasta el mismo nombre de tobo tiene. Pero, cómo remar con un balde cuya capacidad es de 20 litros y no de medio litro como era el potecito del peñero? IMPOSIBLE. Hay que pensar en otra cosa.
Bert se pregunta y dice:
-     Podría resultar si es que amarramos un extremo de la cabuya al asa del tobo y lo arrojamos hacia adelante lo más que se pueda para halarnos hacia él y así avanzar?
Conversa con Cheché y deciden intentarlo. Y en efecto, amarraron el tobo y previendo que pudiera escapárseles amarraron el otro extremo a la cornamusa de popa para evitar perderlos. Yyyyyy, Bert se paró en la proa, balanceó el tobo y en esa oscuridad lo arrojó al frente de la lancha lo más lejos que pudo y en efecto el tobo cayó al agua donde se tensó la cabuya, pero comenzó a flotar.
Bert comenzó mover la cabuya para que entrara algo de agua al tobo porque de lo contrario el tobo regresarìa a la lancha flotando y eso no hacía ningún efecto para avanzar. Bert y Cheché pensaban que había que mecer el tobo para llenarlo de agua y entonces si podría halarse.
-     Y DALE, mece el tobo, mécelo otra vez, allí va, y siiiiii, cayó lejos, pero hay que mecerlo para que entre agua, ya casi, Ok se está llenando, ahí va, ¿tú crees que se está llenando? tú ves? Porque yo no veo nada. Ahora sí, Coooooooooño, como que se llenó full y SE HUNDE no joda. Hay que halarlo, pero la lancha no avanza porque el tobo está debajo de la lancha, hay que levantarlo, carajo, cómo pesa esta vaina. ESTO NO SIRVIÓ, hay que intentarlo otra vez.
¿Otra vez? Si otra vez y otra y otra, y el resultado será el mismo y los “inventadores” estaban cada vez más cansados. Y las mujeres acurrucadas y quejándose del frío.
Ya son como las 10 de la noche, por allá se ven las luces de una embarcación. Bert decide entonces utilizar las luces de navegación de la Valentina para enviar una señal de auxilio en Clave Morse y corre al tablero y procedió a enviar la intermitencia, pero
-     Quién coño dijo que los de la otra embarcación nos están viendo? y ellos saben Morse?
Bert está pensando y pensando, entonces Cheché dice:
-     Pasado mañana saldrá en los periódicos PERDIDOS EN EL MAR DOS EJECUTIVOS DE VENCEMOS y en el desarrollo de la noticia dirá que estaban en compañía de tres mujeres jóvenes y que venían de haber pasado el día en la playa y …..
Para sus adentros Bert se dice “esta no es la suerte que me merezco, no puedo desaparecer así como así, cuando mi hijo Jr. pregunte “donde está mi papa” no pueden decirle “se perdió en el mar”. Eso no va conmigo, debemos luchar hasta donde las fuerzas nos den”.

En ese momento Bert tenía que demostrarse “de qué madera estaba hecho”, demostrarse si lo aprendido en lo que llevaba de vida tenía o no sentido práctico y él era un profesional de la gerencia con formación militar previa. Alguna cosa debería tener en la sesera y en el pecho. Bien, tenía que PLANIFICAR, comunicar y ejecutar una nueva alternativa porque las anteriores no habían resultado. Y en consecuencia exclamó:
-      Ok Cheché y bueno mujeres, dejen el lloriqueo y el conformismo, ahora sí, a luchar por sus vidas, somos 5 y tenemos 6 chapaletas, cada uno debe agarrar una chapaleta que se la colocará en una mano y nos pondremos distribuidos en ambos lados de la lancha para remar. Entonces. A darle duro.
Así lo entendieron todos y se motivaron en grado sumo, se pusieron en una mano su chapaleta y a remar, hasta que se oyó decir a la primera mujer: ME CANSÉ, y Bert, recordando sus tiempos en la Escuela Militar de la Fuerza Aérea del Perú respondió:
-      “la palabra cansancio no existe
y ordenó,
-      Cambien de mano la chapaleta y cámbiense de lado también y A SEGUIR REMANDO.
Agudizó la vista hacia la izquierda, donde suponía que pudiera estar la costa y en efecto, divisó unas lucecitas de algunos bombillos, gritó de júbilo y se los comunicó a sus compañeros; por lo menos ya sabían donde era tierra firme y hacia allá intentarían acercarse a como diera lugar, si no pudieran llegar a tierra, por lo menos que cuando tirara el ancla tocara fondo y evitar así que la corriente siguiera llevándoselos.
Hay algunos elementos importantes que debe tenerse en cuenta para verificar si lo que se está haciendo es de provecho para el logro de un objetivo; se debe ESTABLECER INDICADORES que permitan comparar y medir si se está o no avanzando en el sentido correcto y si los esfuerzos están dando resultado positivos. Bert buscó establecer referencias que permitieran “triangular” las lucecitas de lo que suponía eran casitas en tierra firme. Las comparaciones de las posiciones relativas le confirmaron que estaban avanzando en el sentido deseado aunque de una manera muy lenta pero dadas las circunstancias y los recursos disponibles eso era un éxito.
Eran las 12 de la noche y eso luchadores estaban exhaustos pero esperanzados en el esfuerzo que estaban realizando. Bert cada cierto tiempo procedía a soltar el ancla para intentar tocar el fondo, pero nada. O sea, no podían dejar de remar. Y la Luna comenzaba a salir. Y que saliera la luna le preocupaba? Siiiiiiii, muchísimo, porque LOS PESCADORES NO SALEN EN NOCHE DE LUNA, y por lo tanto ningún pescador podría auxiliarlos ni rescatarlos.
-      A seguir remando Carajo.
Una hora más de bracear, no digo de remar porque no era con remos, debería decir más bien “Una hora más de chapaletear”, y era ya la 1 de la mañana del día lunes y Bert, una vez más y por enésima vez soltó suavemente  por la borda la cabuya del ancla y oh sorpresa, POR FIN NO SE TENSÓ LA CABUYA lo cual era señal de que el fondo estaba a menos de 20 metros. O sea, ESTABAN CERCA DE LA COSTA, Bert se los comunicó y estallaron en un grito de júbilo, YUUUUUUHU, HURRA, UH, UH, UH.y el grito de todos los “Cuasináufragos” se oyó hasta en Australia; y Bert acotó:
-      Vamos bien y estamos bien, descansen un poquito porque ahora avanzaremos ayudados por el ancla.
El incansable Bert subió entonces el ancla, caminó con ella hasta la proa, se empinó casi en la punta de la lancha y agarrando la cabuya a dos metros del ancla comenzó a balancearla y la arrojó hacia adelante lo más que pudo, “le dió cabuya” al ancla para que se hundiera totalmente y cuando tocó fondo entonces Bert comenzó a halar para que la lancha avanzara. Y poco a poquito fueron acercándose a tierra.
Cheché, cual Pinzón de la Santa María estaba oteando el horizonte y comentó:
-      Veo luces en el horizonte del mar, una detrás de la otra como si fueran los faros de unos carros en la carretera.
….. Y le pidió a Bert que prendiera las luces para que hiciera las señales de auxilio, y las hicieron pero sin convicción y sin esperanza de que los vieran porque estaban ya cerquita de tierra.
A las 2 de la mañana estaban como a 15 metros de la orilla de un acantilado y que por la ubicación con respecto a las islas que dejaron atrás así como por la topografía del terreno Bert calculó que estaban en Vallecito (un lugar cercano a las playas de Conoma y Conomita, ambas en terrenos propiedad de Pertigalete).
Bert soltó un ancla al agua, haló de la cabuya para verificar si había quedado segura y la amarró a la proa de la Valentina. El oleaje obligó a la lancha a colocarse con la popa hacia el acantilado, después lanzó la otra ancla más cerca de la orilla y la ató en la popa. Con ello lograba un doble propósito, el ancla de la popa evitaba que la lancha se apartara del acantilado y la de la proa impedía que Valentina se acercara mucho al fondo coralino para evitar que el oleaje golpeara el casco de la lancha contra las rocas;  Una vez que estuvo asegurada la lancha, pidió hacer silencio y pudieron escuchar el ronquido de un automotor que con seguridad se desplazaba por la carretera y en efecto, segundos después vieron el resplandor de unas luces que se desplazaban en lo alto de la montaña y que distaba como 600 metros (en línea recta) del lugar donde se encontraban.
Pero EN FIN, ya estaban a salvo. Bajó la tensión, era propicio orar, dar gracias a Dios, para reflexionar y para reponerse del esfuerzo realizado.


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