280 En el nombre de Jesucristo
280 En el nombre de Jesucristo
Escrito
por Berthing León, Lechería 03.08.2019
Esta semana fue una de esas en que pareciera
que el mundo se le viene a uno encima. En mi caso, tenía problemas con algunos
equipos de mi casa y entre lunes y martes fui “carreado” varias veces por los
técnicos de lavadora y el mecánico de carros, ambos no funcionaban desde el
domingo.
Yo hago mis diligencias a pie y cuando tengo
que ir un poco distante, no tengo reparos en pedalear mi bicicleta, pero esta
también comenzó a presentar problemas porque se aflojaron unos radios y me
percaté que la rueda trasera bamboleaba de un lado para el otro y así era
peligroso seguir utilizándola.
Esperé a los técnicos y como hasta la 1 de la
tarde no vinieron, decidí llevar a reparar mi “caballo de hierro” al taller que
queda en la pasarela de Boyacá 1. Cuando iba a salir de mi casa en el Casco
Central de Lechería comenzó lo que llamamos una “onda tropical”, que llueve
copiosamente y con bastante brisa, solo que esta, a las 2 de la tarde ya
“escampó” y no caía ni una gota de agua, aunque el cielo y la humedad
amenazaban con volver a llover.
A las 2:30 habían escurrido las calles y salí a
sortear los charcos de la vía y “piano-piano” conduje los 15 km que separan mi
casa del taller. En la mitad del trayecto comenzó a gotear nuevamente así es
que me apresuré en llegar, pero fue infructuoso porque a raíz de la lluvia, el
taller no trabajó en la tarde.
Decepcionado por el esfuerzo realizado en vano,
decidí dejar la bicicleta en casa de mi hijo Junior en La Fundación para regresarme
en autobús y caminé hacia la Av. Principal de Boyacá III para ubicarme en una
parada de autobús; pero nada que aparecer ninguno porque cuando llueve, los
choferes se van a sus casas hasta que pase la lluvia y yo caminé entonces hacia
las paradas previas para agarrar el transporte más vacío.
A las 4:00 apareció un autobús grande y
encontré asiento en las primeras filas. En la siguiente parada subieron 3 muchachos
de aproximadamente 20 años, una vez en el medio del autobús, sacaron sendas
armas de fuego y grito uno algo así como: “quieto todo el mundo, esto es un
atraco y si no se ponen cómicos no pasará nada. Coloquen dentro de los bultos de
mis compañeros, los celulares y las carteras con los reales. Rápido y sin
bulla”
Yo pensé “esto se acabó” y mirando mi koala me
dije: “Hasta aquí llegó mi telefonito y mi identificación” y cuando el
delincuente estiró la mano lo miré a los ojos y le dije: BUENO HERMANO, ESTO TE
LO ENTREGO EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO, AMÉN.
Eso fue como si el demonio hubiera estado dentro del cuerpo del muchacho,
porque en cuanto me oyó, soltó mi koala, dio un paso hacia atrás y les grito a
sus compinches. DEJEN TODO ESO Y BÁJENSE QUE ESTE AUTOBUS NOS VA A TRAER LA
PAVA (la malasuerte). Los otros 2 tiraron inmediatamente las cosas en el piso,
se bajaron y echaron a correr detrás del primero. Los pasajeros se abalanzaron
sobre las cosas para recogerlas y me preguntaban qué les había dicho o que les
había mostrado. Les respondí que SOLAMENTE INVOQUÉ A JESUCRISTO.
Después me enteré que los choros tienen miedo
de robar a “los cristianos” o evangélicos. Se confundieron conmigo.
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