20 Le devolví los golpes sin querer queriendo


20  LE DEVOLVÍ LOS GOLPES SIN QUERER QUERIENDO
Escrito por Berthing León Villanueva, en Lechería, Venezuela, 12 de Febrero de 2018
Aleccionador para toda la vida
 Este evento ocurrió cuando yo tenía 8 añitos y Duber, el hermano que me sigue, se lo contó a mis hermanas (que aún no habían nacido) por lo cual, la más antigua de las dos (La más pequeña de tamaño pero la más tremenda) me dice siempre que tiene la oportunidad (ella busca y consigue la oportunidad): "le voy a decir al Urbano que venga a tamborearte".
Estiunavez, (así iniciaba los cuentos para mis hijos y quería significar “esta era una vez….) que me fui a jugar a los pastizales del Bordo Alto que estaban ubicados entre mi barrio Antiquilla y el pueblo del Señor de la Caña, (no tiene nada que ver su nombre con el ron de la caña de azúcar) sabrá Dios con quiénes fui al pastal (así lo llamamos en Antiquilla), pero era con alguien de la familia (digo yo) y en el calor del juego "un chico pero más grande que yo" (SIC) que me llevaba 2 años de edad y como 5 de "matrería y de canchería" me costaleó y ccospeteó (Me tiró al suelo y me echó una revolcada) con puñetes incluidos.
Yo lloré y me vine a casa a contarle a mi mamá y cuando papá llegó mi mamá se lo contó a él: que Urbano el hijo del Tanka (mis padres y los de él se conocían desde que eran muchachos) me había pegado. Mi papá me sentó en el comedor, se ubicó frente a mí (o mejor dicho que me ubicó frente a él) y con voz serena me dijo:
-     Mire mi hijo, usted no se va a quedar con esos golpes, usted va a ir a casa de Urbano, lo llama y en cuanto usted le vea la cara le mete dos puñetazos y se viene corriendo a toda velocidad si no quiere que Urbano lo agarre y lo vuelva a ccospetear.
 Puuuucha cará. y yo que creí que mi papá me iba a apapuchar y a secar las lágrimas, resulta ser que me mandó a pelear otra vez. Yyyyyyyy tenía que ir.
Me fui gimoteando hasta la casa de Urbano que quedaba en el callejón ciego que hay detrás de la iglesia del Señor de la Caña, toqué la puerta y abrió la mamá. Yo que todavía estaba casi llorando le pedí a la señora que llamara a Urbano porque tenía algo para él.
La señora llamó a Urbano y en cuanto él se asomó, le brinqué encima, le tiré dos coñazos en la jeta y corrí, “patitas pa’ que las quiero”, él se quedó abollado, golpeado pero dentro de su casa y yo “MARQUÉ LA MILLA” (batí el record corriendo una milla) en 16 segundos y no paré hasta estar dentro de mi casita.
Nunca más vi a Urbano, creo que me agarró miedo y se escondió. Jajaja.
Lamento no habérmelo conseguido después porque con seguridad ambos habríamos sido uno grandes corredores, en cualquier modalidad, 100 metros, bien sean planos o con obstáculos, llámense obstáculos a los huecos, charcos, montículos, piedras etc. porque yo me demostré y demostré a los demás que tenía condiciones para velocista.
ASÍ SON LAS COSAS.

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