188 Bert se perdió en Maracaibo
188 BERT SE
PERDIO EN MARACAIBO
Escrito
por Berthing León Villanueva, en Miami, USA,
el 01 de enero de 2018
El Sistema de Presupuesto de Operaciones y de
Inversiones diseñado bajo la técnica de Presupuestación con Base Cero fue
implementado y aplicado exitosamente en Pertigalete, en vista de lo cual, el Comité Directivo del Grupo Cemento de las Empresas Mendoza decidió implementarlo en toda la corporación cementera mediante la
participación activa y la coordinación de la Gerencia Estratégica Corporativa que a raíz de ello se estaba creando;
así, la siguiente planta cementera con el Sistema de Presupuesto sería Cementos
Mara.
Como Bert vivía en Pertigalete, acordaron que
volaría desde Barcelona, en el estado Anzoátegui, a Maiquetía en La Guaira, para,
que conformando equipo con Ríos y con Pantin, miembros de la Gerencia
Estratégica Corporativa de Caracas, trasladarse a la ciudad de Maracaibo en el
estado Zulia, sede de Cementos Mara.
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Maracaibo, la tierra del Sol amada |
Aterrizaron en el aeropuerto de La Chinita en
Maracaibo y fueron a las oficinas de Hertz para alquilar un vehículo; uno de
los compañeros llenó el formulario y cuando el empleado preguntó quién
conduciría el carro, adivinen quién puso de primerito la Licencia de Conducir
en la mesa? Pues “Pertigaleteño Bert”, porque él piensa que “el que tiene las
llaves tiene el control”. Los otros ejecutivos se miraron y le preguntaron si
alguna vez había conducido en Maracaibo. Él les mostró la licencia venezolana y
la del Internacional Touring Automovil Club y les dijo que había conducido
hasta en las high way de USA (lo cual era verdad). Entonces le explicaron que:
- En Maracaibo es muy jodido
conducir. Los semáforos y los PARE se
respetan y cuando el semáforo está con la luz roja encendida hay que
parar-parar y cuando cambia la luz a
verde hay que pisar el acelerador y salir picando caucho.
Agregaron además:
- En Maracaibo casi todos los
maracuchos y los guajiros andan armados, en especial los guajiros (de la etnia
Guayú), aquí rige la Ley Guajira del Ojo por Ojo, los muertos tienen precio en
dinero y se pagan.
Casi se asustó el inquieto y lanzado conductor,
pero un tipo como él, jugado en 7 plazas “no podía arrugar” y aunque estaba “pálido
pero sereno” dio por respuesta cerrar el puño con las llaves adentro.
Y así arrancaron estas jornadas de trabajo. Con
las indicaciones de sus compañeros, que si eran “baquianos” en Maracaibo, Bert
condujo desde el aeropuerto hasta la planta, fueron a la gerencia y tuvieron con
los ejecutivos la primera de muchas reuniones. Llegada la hora de almorzar lo
hicieron con el Gerente, luego vino una reunión en la tarde con los jefes de
departamento, para después coordinar con el personal de planta la agenda del
día siguiente y al finalizar esto, les faltaba entonces el viaje al Hotel del
Lago. Como este no es un informe técnico omitiré los temas qué trataron en esas
reuniones.
Llegaron al hotel a las 5, bajaron del carro y
en la corta caminata hacia sus habitaciones vieron los chorros de agua de las
piscinas; provocativas por demás e invitadoras para atenuar ese “calorcito
sabroso” de Maracaibo. Comentaron que “les vendría de maravilla un
chapuzoncito”. Si se trataba de bañarse, bien sea en el mar o en la piscina,
Bert era un Boy Scout: estaba “siempre listo” y el traje de baño era como su
cédula de identidad: siempre con él, más aún si tenemos en cuenta que practicar
la natación era su religión.
Como los caraqueños no tenían traje de baño
Bert los convenció para que compraran los suyos en la boutique del hotel y los
acompañó para concretar el propósito y que no se fueran a arrepentir.
Conseguido el cometido acordaron verse dentro de la piscina.
No habían transcurrido 15 minutos y los
caraqueños ya estaban en el agua. Pidieron para beber 3 Piñas Coladas y entre
brazada y brazada, chapuzón y chapuzón fueron degustando su trago exótico y
conversando, siempre del trabajo, porque aparentemente no tenían otro tema en
común, ni el deporte porque Bert gustaba de futbol y los caraqueños de béisbol,
de conocidos comunes no podían hablar porque vivían “en mundos” distintos,
tampoco de religión y menos de política.
Cuando el sol ya se estaba ocultando decidieron
salir de la piscina y acordaron reunirse a las 8 en el restaurante para cenar.
Bert se duchó, vio televisión, habló por teléfono con su familia y se puso
“pilchín” para bajar a cenar, pero ohhhhh sorpresa, cuando ya estaba por salir
llamó por teléfono el caraqueño 1 y le dijo que como esa mañana había tenido
que levantarse muy temprano para estar a tiempo en el aeropuerto ahora estaba
muy cansado y que se iba a quedar en su camita, sin cenar.
Bert no había terminado de colgar el auricular cuando
entró otra llamada, esta vez era del caraqueño 2 para decirle que la piscina lo
había relajado tanto que había pedido la cena para su cuarto. Entonces Bert
tuvo que bajar a restaurante y cenar “íngrimo y solo”, solo solito, y se dijo
ESTE GOLPE NO SE QUEDA ASÍ, esto se hincha.
Después de cenar se acercó al piano-bar porque
no le cabía en la sesera el tener que irse a dormir a las 9. Se sentó en la barra y pidió un escocés. Se
puso a “campanearlo” y saborearlo sorbito a sorbito mientras se deleitaba con
las interpretaciones del pianista que amenizaba el ambiente. Cuando iba por el
tercer sorbo tomó asiento al lado de suyo un tipo, más bien “raro” que
intentaba entablar una “conversa” con el aguerrido Bert ante lo cual este paseó
su mirada alrededor buscando auxilio para poderse librar del asedio.
Escudriño el horizonte y observó una mesa que
estaba ocupada por un varón acompañado de dos preciosas mujeres catiras
(rubias), bellas las dos. Cuando menos se lo imaginó se cruzaron sus miradas y
Bert llamó al mesonero para ordenar “una ronda” para esa mesa.
El mesonero llevó la bandeja con “la orden”
para la mesa, explicando el motivo e indicando con el movimiento de la cabeza y
con la mirada el origen de esa “orden”.
Las cuatro miradas confluyeron en Bert (el mesonero y los 3 clientes) y
este levantó su vaso con un gesto de brindar y decir “salud” con ellos.
Bert abandonó su puesto en la barra y se acercó
a la mesa para saludar y preguntar si le permitían acompañarlos. El varón le
dijo que si y se puso de pie, se dieron la mano, se presentaron y le ofreció
una silla. Tomaron asiento y el “maracucho” le dijo que sospechaba que él no
era venezolano, o por lo menos no era maracucho, porque ese “atrevimiento” no
era usual allí y que más bien podría haber causado algún disgusto a los de la
mesa. Explicado el “Atrevimiento” de Bert comenzaron una charla divertida, como
si se tratara de “amigos de siempre” hasta que las damas pidieron permiso “para
empolvarse la nariz” y se alejaron hacia el baño con un caminar de película,
cual si se tratara de la pasarela de un concurso de belleza.
Al quedar solo esos dos tigres, entonces el
maracucho le planteó a Bert que “para no caer en pleitos inútiles por la carne
que estaba en la parrilla” que escoja su botín, perdón, que decidiera por una
de ellas porque la otra igual le iba a caer bien. Hecha la selección “sin traumas”, quedaron
esperando el retorno de las “afortunadas”; siguieron los tragos y para eso de
la media noche decidieron buscar refugio en una discoteca porque el piano-bar
del hotel lo cerraban a las 2 de la mañana. Así es que salieron en dos carros.
Cada uno con su cada una.
Entonces aquí viene la jugada magistral e
inteligente. El movimiento de las fichas ganadoras (o perdedoras) dependiendo
de cómo se jueguen. Bert buscó en el estacionamiento un paral con el aviso de
“NO PARE” y lo rodó hasta el lugar donde en la tarde había dejado estacionado
el carro; sacó el carro y en el puesto colocó el letrero. Esto para tener la
certeza que a su retorno conseguiría el puesto desocupado y volver a estacionar
en ese mismo lugar.
Los 4 rumberos salieron del hotel en caravana
con rumbo a las discotecas que los lugareños dijeron que eran las mejores y
bailaron, rieron y bebieron. Visitaron 3
“antros” como les llaman en algunos otros países y ya para las 4:30 los estaban
botando al compás del “alma llanera” y del sonido de las sillas cuando las
están montando sobre las mesas.
Se despidieron con el compromiso de repetir el
encuentro esa misma noche. Y cada quien
llevó a su cada cual a su respectiva vivienda. La compañera de Bert le
preguntó:
- Qué tal eres para orientarte?
Bert contestó (y no mentía) que:
- Jamás he perdido mi ubicación,
es como si tuviera una brújula interior que me permite saber dónde estoy y qué
rumbo llevo.
- Vamos a ver si es verdad que no
te pierdes.
En esta conversación y con esta temática él
siguió conduciendo y ella indicando:
- Dale a la izquierda, sigue
derecho, dale a la derecha, otra vez a la izquierda,
Hasta que Bert exclamó:
- Es la tercera vez que pasamos
por aquí.
- Es verdad, entonces de
verdad-verdad la brújula interior te funciona. Para que yo vivo aquí. Chévere y
nos vemos más tarde.
Bert pisó el acelerador pero también de
verdad-verdad no sabía hacia dónde iba. De pronto vio una avenida ancha y muy
iluminada (después se enteraría que era el antiguo aeropuerto “Grano de Oro”,
paralelo a la autopista), pero esa autopista no tenía ninguna salida y
realmente él no sabía hacia donde estaba ubicado el hotel; y así, al final de
la autopista dio la vuelta y “pa trás” otra vez. Y así estuvo un buen rato,
cuando vio el tanque de la gasolina la aguja estaba marcando el “E de échele” y
se metió a la primera gasolinera que encontró. Llenó el tanque y preguntó al
operador del surtidor “dónde puedo conseguir un taxi a esta hora?” el hombre le
indicó como llegar a una estación y hacia allí se dirigió. Bajo del carro,
caminó hasta el primer taxi y le dijo al chofer “que le haga una carrerita al
Hotel del Lago y cuanto costaba eso” el chofer le dio el precio y Bert le pagó.
El chofer le abrió la puerta para que subiera al carro y Bert le dijo
- Gracias, no se preocupe, voy
detrás suyo en caravana, porque no conozco la ruta y gracias”.
Tremenda sorpresa para el taxista, pero “el
cliente siempre tiene la razón” y llevó a Bert hasta el estacionamiento del
hotel. Bert agradeció con un respiro profundo porque el brillante Sol aún no
había salido. Buscó y ubicó el letrero “NO PARE” que dejó reservando su puesto,
lo regresó a su sitio original y estacionó su carro. Seguidamente se fue a su habitación como la
Pantera Rosa (en puntillas y con los zapatos en la mano para no despertar a
nadie).
Ya en su habitación, se dirigió al baño, llenó
con agua tibia la bañera y se sumergió hasta el cuello, recordando viejos
tiempos y otras circunstancias, y se quedó dormitando en la bañera, hasta que
sonó el teléfono; se levantó a contestar y le dijo un caraqueño que ya habían
desayunado y lo estaban esperando en el lobby porque tenían que llegar a las 7
como lo habían pautado. Bert respondió que ya estaba bajando y que no tenía
hambre porque en la noche había cenado muy fuerte.
Todos felices y todos contentos, se fueron a
cumplir con su cometido profesional a cabalidad, solamente que Bert a las 10 de
la mañana pidió que le consiguieran una “bomba maracucha” que era el desayuno
de los zulianos.
La rumba, perdón, la misión duró tres días,
bajo el mismo tenor y los mismos procedimientos. Cuando fueron a entregar el
carro, el kilometraje que tenía marcado el odómetro era altísimo. Se miraron
los tres, miraron el reporte de la empresa de alquiler, volvieron a mirarse y a
mirar, preguntaron si el cuentakilómetros estaba bien, el empleado dijo que
YES, y no les quedaba otra alternativa que no fuera pagar lo que tenía marcado.
Los caraqueños dijeron casi en coro:
- No me hubiera imaginado que la
planta quedara tan lejos del hotel, porque además Bert hacía rápido el trayecto.
- Si es verdad,
dijo Bert el Atrevido Pertigaleteño.
Y eso quedó así, para el próximo capítulo del
programa MISTERIOS DE LA CIENCIA.
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