16 Mi hermano Julio, el que llamamos Carnavalón


A016  MI HERMANO JULIO, EL QUE LLAMAMOS CARNAVALÓN
Escrito por Berthing León Villanueva, Barcelona, Venezuela,  el 16 de febrero de 2012

Digo que el 17 de Febrero, día en que nació mi hermanito Julio Donaldo, era Martes de Carnaval y puedo recordar que todos los miembros de la familia que vivíamos en el caserón de los León-Gómez en la calle Chapota (hoy Francisco Mostajo) estaban el día anterior, Lunes 16 a las 2 de la tarde reunidos en un jolgorio carnavalero en la sala que tenía una puerta hacia el patio interior de la casa grande de mis abuelos, Victor León Vera y Salomé Gómez, y también una puerta grande que daba a la calle y que con el devenir de los años esta sala se convertiría en una tienda de abastos o bodega (así la llamarían los venezolanos), tienda de abarrotes o de víveres (dirían los arequipeños) cuya propietaria sería mi tía Bertha.
Los acordes de un valse, seguido por una polca y de una marinera, se hacían sonar desde una victrola ubicada en una de las paredes laterales y era atendida con la mirada fascinada por los dos Disc Jockeys circunstanciales: mi primo Fico, de 6 años y yo, Bert el  aprendiz de cuentero de 5 años.

Fico y Bert se disputaban el privilegio de tener a la mano, lista para ser cambiada, la aguja del tocadisco, que parecía un clavo de ½” sin cabeza, o tratando de conseguir que uno de los adultos les permitiera darle manilla a ese enigmático aparato que "le sacaba" música a un plato negro y con rayas o surcos concéntricos, que giraba rápidamente y que la aguja de metal prisionera en un cabezal, y que deslizaba su punta por los surcos del disco de 78 RPM que daba vueltas sobre su eje, liberara música, voces y compases. A estas alturas, sabía yo que esos discos eran de carbón o de pizarra; rígidos, duros y frágiles a la vez, que había que tratarlos con suma delicadeza, para evitar que se cayeran y consecuentemente se rompieran.
Estefanía, mi madre, estaba sentada en una silla de madera, con su barrigota de 9 meses, vestía una bata maternal de color blanco con estampado de flores rojas. Estaba riendo alegremente como ella siempre lo hizo, tenía sus manitas entrelazadas protegiendo su vientre.  En las otras sillas laterales se disponían a sentarse mi tía Mercedes y mi tía Bertha después de haber bailado el Apuccllay y el Chancame Chancame.
Los varones danzantes eran mi tío Víctor Pacheco y Víctor León. Todos están contentos, con serpentinas a rededor del cuello, con las caras pintadas por el rojo del rush (pintura de labios) y blancas por el talco Algunos tenían en sus manos un chisguete Amor de Pierrot que dispensaba éter perfumado que producía un “chorro de frío” cuando se evaporaba el éter; y había también quien traía en la mano derecha la infaltable botella de Cerveza Arequipeña y en la izquierda un vaso terciado por el líquido espumante y que estaba por entregar a una de mis tías que acababa de sentarse y que le habían dicho “salud”.
Por cosas de la vida, alguien tropezó y chocó con el tío que traía el vaso con cerveza y la derramó sobre mamá, “bañándole” la barriga. Inmediatamente se la secaron con una toalla, se lamentaron pero sin llegar a ninguna exageración y comentaron “apuesto a que esta noche nace esa criatura” y en efecto, así fue, esa noche dio a luz mi mamá. A qué hora ocurrió eso? Fue en su cama?, quién la asistió? Sé que a las 4 am. lo parió en su cama, no la asistió mi  tía Sara (esposa de mi tío Ernesto Villanueva), la asistió la partera del barrio, la señora Eufrasia. Lo que recuerdo es que en la madrugada del Martes 17  nació mi hermano Julio y que cuando yo lo vi, quedé sorprendido porque era bien coloradito, tenía el rojo de la sangre de mamà que aún estaba sangrando, y quién iba a decirlo, que con los años, mi hermano Julio sería el más blanquito de mis hermanos.
Nota: El terremoto del 13 de Enero de 1,958 dañó muy seriamente toda la casa de los abuelos León-Gómez y lo que quedó en pié terminó de derribarlo el terremoto del 15 de Enero de 1,960 (excepto 3 piezas, una de las cuales fue esa sala). Los terremotos nos afectaron de una manera aplastante pues perdimos todo lo material que teníamos, al extremo que no teníamos ni donde dormir; pero la naturaleza no doblegó la voluntad de Estefa mi madre ni el ánimo de Domingo mi padre, que supieron superar estas dificultades y sacaron adelante una familia de ciudadanos de bien.
Gracias Estefita y gracias Dominguito.

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