13 Excursión en el patio de mi casa


13  EXCURSIÓN EN EL PATIO DE MI CASA
Escrito por Berthing León Villanueva, Lechería, Venezuela, 19 Febrero de 2018


Una tierna niña arequipeña, que a sus 9 añitos estudiaba en el Colegio Santa Rosa de Viterbo y vivía en San Jacinto, Cayma, Arequipa, esperaba ansiosa la llegada del fin del año escolar porque antes de dejar las aulas era ya una costumbre hacer la excursión y en efecto llegó Noviembre. La Maestra fijó fecha y hora y se los comunicó en el salón de clases. Tremendo alboroto, tremendo grito se oyó en todo el colegio porque otro tanto estaba ocurriendo en las otras secciones de la Primaria. La niña entró emocionada a su casa y le comunicó a su mamá que la Maestra les había informado que aprovechando que ya estaban en la mitad de la Primavera y como era casi fin de año correspondía realizar la segunda excursión escolar, y que se llevaría a cabo el día viernes de la siguiente semana. 
La madre le preguntó que a dónde iban a ir en la excursión y la niña le dijo que no importaba, que lo más importante era que sus padres le dieran el permiso y que la mamá o el papá debían firmar el cuaderno en señal de autorización. La mamá dijo que sí y firmó la autorización; en seguida la mamá dijo que entonces debían preparar todo lo que se lleva a una excursión, es decir: zapatillas de goma, pantalón corto, 2 camisetas (por si acaso se moja una), traje de baño (Hay que comprar uno nuevo), gorro para protegerse del sol, portaviandas, mantel, platos, vasos, cubiertos, servilletas, toalla, 1 par de medias adicionales, agua, refresco, mochila para llevar todo eso, y por supuesto la merienda para compartir con las otras niñas.
Como es usual en todos los niños, la emoción que sentían se hizo evidente desde el día que obtuvieron la autorización e iba creciendo con el paso de los días y según se acercaba su realización. Aparejado al paso de los día, en cada una de las casas se estaban preparando para ese evento y por supuesto, en la casa de “nuestra niña” ocurría otro tanto, así, salió con sus padres a comprar entre otras prendas, el traje de baño, porque era una oportunidad de renovar el vestuario vacacional, y compraron también una linda mochila azul (para estar a tono con la cancioncita que estaba pegada en la radio).
Y llegó el viernes soñado. Las niñas se levantaron más temprano que de costumbre, ya tenían todo arreglado desde los días anteriores y la mamá comisionó al papá para que la llevara hasta la puerta del colegio a fin de que la entregara a la Maestra y preguntarle a qué hora tenía que regresar a buscarla. La Maestra le dijo que calculaba que estarían llegando a más tardar a las 5 de la tarde y le recomendó que por favor estuviera allí esperando.
Todas las niñas llegaron tempranito, hasta las que habían estado enfermas, porque milagrosamente se sanaron. TODAS ESTABAN ALBOROTADAS y mirando el autobús y al chofer que también las observaba complacido.

A las 8 en punto comenzó a rodar ese autobús con 32 niñas alborotadas, 2 maestras y 2 madres voluntarias. Comenzaron a cantar y a vitorear:
-   Que viva la maestra, que viva el chofer, que viva el Papa, que viva La Virgen etc. 
Y miraban hacia afuera por las ventanas y sacaban las manitas en señal de despedida y las maestras les decían la letanía:
-  ¡No saquen las manos!
 La alegría de las pasajeras era una maravilla, y el chofer: muerto de la risa.
A las 10 llegaron a su destino, el autobús recortó la velocidad, giró a la derecha, pasó por un puentecito sobre un canal de agua limpia y cristalina, y se adentró a un terreno con grama recortadita y rodeada de árboles, muy agradable y apto para hacer un campamento.  Y ese griterío de las niñas, y las reiteradas recomendaciones de las Maestras:
-  Orden, no griten, no se empujen, con cuidado, se van formando en cuanto salgan.
Y la niñita por fin salió yyyyyyy. Plop, “cayó pa’ tras” como Condorito, habían llegado al terreno y al canal que quedaban detrás del fondo de su casa. Y se puso a llorar desconsoladamente. Todos la rodearon preocupados porque no sabían lo que sucedía.
De la puerta de la casa que daba acceso al patio sembrado de grama bien recortadita salió una señora con su delantal de cocinar, a ver de qué se trataba todo ese alboroto. Las niñas la vieron y le comentaron a Zoila:
-  Esa señora se parece a tu mamá
Y ella les contestó:
-  Si y apuesto a que la saludo y le digo mamá y es capaz de contestarme.
Y así fue, levantó la mano a manera de saludo y gritó:
-  Hola mamá.
Y la señora desde la distancia también levantó la mano.
La niñita toda frustrada quiso regresar a su casa pero eso iba a significar meterse a su cuarto a llorar y gimotear, y en un acto de madurez, corrió a abrazar a su mamá y se despidió de ella para incorporarse a las actividades de sus compañeras.
Para la 1 de la tarde, las Maestras ordenaron que se bañaran en el canal grande que pasaba frente a la casa y ella comprobó que su trajecito de baño si le sirvió, que le sentaba de maravilla. Y SINTIÓ QUE LE SENTABA MEJOR SI SE BAÑABA EN LA ACEQUIA GRANDE.
Para las 3 de la tarde estaban esas niñas ya bañadas, “comidas” y secas, lo que faltaba era vestirse, recoger sus cosas y montarse al autobús para iniciar el retorno. Zoila pensó y dijo para sí AQUÍ GANÉ YO PORQUE ME AHORRO EL VIAJECITO, pero no, la mamá le dijo tenía que estar en la puerta del cole para que su papá no fuera a asustarse porque ella no estuviera allí, así es que mi cuñadita querida tuvo que resignarse y hacer el viaje de vuelta hasta el colegio. Aquí terminó la narración de esa inolvidable excursión escolar.
Ella me lo contó y lo tiene siempre en su memoria. Me pidió que no dijera su nombre y yo cumplí mi querida Zoila, no te mencioné en el relato.


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