12 Víctor Núñez, el Pibe Atorrante


12  VICTOR NÚÑEZ “EL PIBE ATORRANTE”
Escrito por Berthing León V, el 21 de enero de 2012

¡Hey ché, pibe atorrante!. Esas palabras le escuché a mi tío Víctor Núñez Hidalgo hace poco más de dos años en Arequipa. Cuando volví a saber de él, me dijeron que se había vuelto a Argentina con uno de sus hijos que vino con la misión de llevárselo, justamente a Misiones que era la ciudad donde vivían.
Hoy, me tomo algunos momentos para hacer del conocimiento de nuestros pariente más jóvenes, las circunstancias en que compartimos tiempos y espacios y que sin duda quedaron impregnados en nuestra memoria, recuerdos que a estas alturas son gratos de rememorar, y nos hacen pensar en que “mereció la pena vivirlos”. De lo contrario, la vida carecería de sentido, sin emociones, sin evocaciones, sin sabor, sosa (para decir que “chuma”), gris (si es que cabe esta expresión cromática), plana, tibia, etc.
La vida me deparó, mejor dicho nos deparó a mí, a algunos de mis hermanitos (Los que me siguen, que no son mayores que yo por supuesto) Duber, Wincho y hasta Julio, Así como a algunos de mis tíos, los Villanueva-Hidalgo: Rodolfo (Trompeta) y Alfredo (Casapía), la oportunidad de compartir unos partiditos de futbol de los que llamamos pichanguita los sábados en la tarde o los domingos, en “el engramado de asfalto” de la calle Pampita de Zevallos, en el pastal (pastizal) de Chullo (después de pasar el puente sobre la lloclla, detrás de la casa de Miguelito Núñez), el pastal del Bordo Alto (actual urbanización Juan XXIII), el pastal de Huaco (Calle Los Arces, actual Saga); es decir, donde se podía correr tras una pelota de futbol.
Un buen día, cuando salimos de nuestro colegio (La Normal de La Salle ) que funcionaba en el caserón que hace esquina con la Iglesia de San Agustín, mis amigos y yo nos vinimos “mataperreando” por toda la calle, bajamos por la calle Bolognesi, cruzamos el puente del mismo nombre, caminamos por la calle Beaterio donde los tranvías hacían el cruce (por la sastrería de Maquito, el Ñauri), doblamos en la esquina de La Casa de Silvia (la novia de nuestro poeta mártir Mariano Melgar) y empezamos a subir por la Avenida Zamácola, que era de tierra (y piedras sueltas), pasamos frente al Colegio Santa Rosa de Viterbo, frente a la Casa Provincial de los Hermanos de La Salle (ahora es hospital del Seguro Social ubicada frente a La casa de Los Ciegos), llegamos a la esquina y doblamos a la derecha para comenzar la subida por la Ave. Enmel que aún estaba en construcción conjuntamente con el Estadio Umacollo.
Al subir por la Enmel hacia el cine “Universal” (de muy gratos recuerdos) decidimos echarnos el último partidito de futbol de esa tarde. Teníamos las ganas, la cancha (la calle), ¿y la pelota?, yo cargaba una Número 5 de 18 paños ( de esas que tenían un blader y una boquilla que se escondía dentro de la boca con cordón también de cero)de mi tío Víctor Núñez que la llevó al colegio y me la dejó porque yo insistí en que me la prestara y le dije que después del cole se la llevaría a su casa. 
Traía yo la esférica bien agarrada debajo de mi brazo derecho “para que no se escapara a jugar ella solita”, al principio yo no quería soltarla porque “era de mi tío Víctor” y yo tenía que responder por ella, pero los argumentos que utilizaron los compañeritos de aventura “entre ellos el Nico Loayza” (nieto de Calistro Ruelas el panadero) y las ganas que teníamos  de jugar, terminaron por convencerme y así es que pusimos “los arcos” (unas piedras y los bultos de los libros), escogimos los dos equipos y arrancamos a jugar.

con mucha intensidad, con mucha pasión, con mucha entrega, que impidieron que nos percatáramos que subía raudamente un camión “por todo el centro de la mitad del medio” de la calle.
Seguro que el camión enorme y amenazador no venía silencioso, seguro que hacía ruido, segurito que levantaba polvo, pero ni lo vimos, ni lo oímos, ni tampoco nos importó seguramente. Yo estaba en el arco (me tocó por turno), y cuando en un ataque de los contrarios me tiré para atajarla, la pelota se detuvo violentamente al quedar “prisionera” entre el piso y la llanta (el caucho) delantera derecha de un camionzote, cabina verde, barandas también verdes y con una raya blanca en la plataforma

La pelota la tenía pisada con la rueda delantera derecha el camión, en una actitud de decirme que “esta pelota es mía”, “quítamela si te atreves”, yo levanté un poquito la vista (lo que pude porque estaba acostado en el suelo) y conseguí frente a mí la llanta y el parachoques, jalé dos veces la pelota y se la saqué de debajo de los “machuchos” (tacos o toperoles) del camión.
Con la pelota en mis manos quedé atontado y de rodillas debajo del camión, entonces un grito me volvió a la realidad. Era el camionero que se había bajado de un solo salto, me gritó (más o menos como “muchacho del carajo”), yo me puse de pié también de un salto y corrí por la avenida Enmel hacia la parte de atrás del camión (contrario al sentido que traía), llegué a la esquina y doblé por la avenida Zamácola como si estuviera yendo hacia la calle Rancho Grande donde estaba ubicada la carpintería de “Sebas” (mi abuelo Sebastián Villanueva), corrí como 30 metros, me detuve y me di vuelta para ver qué estaba pasando. El chofer y el ayudante estaban parados en la esquina, me gritaron (alguna grosería sería, no creo que fuera un halago) y me lanzaron sendas piedras, claro que con mala intención; una me cayó en la rodilla derecha, grande la bicha, me estremeció la rodilla, pero en ese momento yo era el hombre de acero (el niño más bien), la piedra se pulverizo, casi, rebotó y yo ni la sentí.
Cuando vieron que me cayó la piedra en la rodilla se echaron a correr para agarrarme creyendo que la piedra me había lesionado, y claro, yo no iba a permitir que me agarraran. Primero muerto. 
Corrí todo lo que mis piernecitas y la tembladera me lo permitieron, volví a voltear (mirar hacia atrás) y …. ellos detrás. Pensé que lo que querían era agarrarme y eso no me importaba mucho, lo mío era salvar la pelota. Tenía yo que devolverla a su dueño, mi tío Víctor Núñez.  Seguí corriendo y para que no me la quitaran la lancé por encima de la cerca de  una casa y seguí corriendo para terminar brincando una tapia y caer dentro de la acequia seca de una chacra para esconderme entre el maizal.
Espere, esperé y esperé. Como no entraban al maizal, saque la cabeza y me asomé a la calle. Nada, no había camión, ni camionero ni ayudante; por allaaaaaaaaaá venían mis compañeritos a ver qué me había pasado y me contaron que “los malvados de esa película” habían tocado la puerta de la casa donde lancé la pelota y la habían reclamado como si fuera de ellos y se la llevaron. 
Me iba dando un “yeyo”; yyyy,,, ahora? Qué le digo a mi tío Victor y a mi tía abuela Custodia que es su mamá (Mamá Custodia es melliza con mi abuela Angelita) porque seguro la noticia de la pérdida de la pelota va a llegar hasta ella. Claro, ella segurito va a llamar a “la Estefa”; pobre mamá, otro regaño más por culpa de Bert el mayor de sus hijos.
En todo eso venía pensando, confundido (así dicen al preocupado en AQP), cabizbundo y meditabajo (SIC), o cabizbajo y meditabundo, apesadumbrado por los acontecimientos. Así pasamos por frente a la casa del “Aceves Mejías” en el cruce de la calle Chullo con la Av. Arenales y Rancho Grande, después la picantería (ahora de la coneja), la casa de los Mazeira, la casa de Los Mora (Manuel Mora con mamá Elena, también hermana de mi abuela Angelita), casa-carpintería de mi familia los Villanueva-Hidalgo, casa de El Hernani (camiones a Vitor), casa de los Cáceres (Emilio Cáceres Decourt  y mamá Mercedes, la otra hermana de mi abuela Angelita), volteamos por el Bordo Alto, pasamos por la esquina de la Calle de Arces, por la Casa Rosada, por la casa-zapatería de Los Rubina, por la casa de Los Vásquez (Pichi Felipe), la picantería de La Josefa Cano, la entrada del Taller del Ministerio de Fomento, la casa de mi abuela Angelita, la casa-tienda de La Chuña (más respeto, la Señora Andrea mamá de mi amigo Gustavo), y OH SORPRESA, casi frente a la casa de mi tío Víctor (El Atorrante), estaba estacionado el camión verde con su raya blanca en la plataforma. Al mirarlo detenidamente lo reconocimos como un camión “calero” (cargaba sacos de cal) y que ese día estaba limpiecito de polvo blanco (lo reconocimos porque el conductor era cliente frecuente de la picantería de la Josefa Cano y estacionaba en ese tramo de la calle que era “la cancha” de futbol callejero del barrio.
 Es decir: encontramos a los que me robaron la pelota que no era mía. Increíble, pero cierto, de Ripley, aunque usted no lo crea; por supuesto, ni el chofer ni el ayudante estaban.
Nos acercamos a la picantería y pudimos verlos “diciendo salud” con sendos vasos de chicha de Jora y bebiendo “hasta los portales”; estaban “picanteando” (comiendo “picantes”) en La Josefa.
Planeamos “la estrategia” asÍ como las tácticas y decidimos poner manos a la obra.  Dejamos “un campana” para que nos avisara si salía alguno de los dos camioneros. Los demás corrimos hasta el camión, dos me ayudaron a subir para entrar a la cabina, rebusqué en el piso de la cabina (caseta le llamábamos en ese tiempo), y nada, detrás del asiento, nada tampoco; Me bajé y les pedí que me ayudaran a subir a la plataforma del camión, me trepé a la parte de la carga, y nada conseguí, trepé encima de la cabina, yyyyyy.. POR FIN allí, bien protegida debajo de una lona estaba “la pelotita”, mirándome, diciéndome “sálvame”. La agarré, tiré de ella, la abracé y salté al suelo; la limpié con mi camisita de uniforme y crucé la calle, corriendo a la casa de mi tío Víctor, toqué la puerta y cuando abrieron la entregué. No dije ni una palabra, tampoco hacía falta. Creo que jamás le conté a mi tío Víctor lo que nos había pasado. Y cómo se lo iba a contar?
Mis compañeros me dieron mis libros y cuadernos, los tomé en mis manos y corrí ahora si, a mi casita. Sano y salvo. Tranquilo, y como siempre, no maté ni una mosca.
POSTDATA: No puedo imaginarme la expresión de los camioneros cuando fueron a buscar la pelota incautada y no la consiguieron. ¿Se quedarían pensando quizás que fueron efectos de la chicha de La Josefa? Jajajajaja.


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